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martes, 26 de julio de 2016

“La separación”




Película: Nader y Simin, una separación.
Título original: Jodaeiye Nader az Simin.
Dirección y guion: Asghar Farhadi.
País: Irán.
Año: 2011.
Duración: 123 min.
Género: Drama.
Interpretación: Peyman Moaadi (Nader), Leila Hatami (Simin), Sareh Bayat (Razieh), Shahab Hosseini (Hodjat), Sarina Farhadi (Termeh).
Producción: Asghar Farhadi.Música: Sattar Oraki. 
Fotografía: Mahmuoud Kalari.
Montaje: Hayedeh Safiyari.
Diseño de producción: Keyvan Moghaddam.
Distribuidora: Golem. 
Estreno en Irán: 16 Marzo 2011. 

En “La separación” se puede apreciar, gracias a un excelente guión, el difícil equilibrio entre la moral y la justicia humana cuando funcionan de nexo entre diferentes clases sociales. Una brillante película, la quinta en su haber, del reconocido y premiado director y guionista iraní, Asghar Farhadi.Desde el comienzo, el film se viste de una, entretenida y delicada, tensión. Un hilo conductor que va a acompañar a la película hasta el final. Esta característica se aprecia, notablemente, en las tomas cerradas del director. El drama esta contado desde cámaras que no dejan de moverse al pulso del camarógrafo, y de tomas viciadas con partes de puertas, ventas o paredes que están  fuera de foco obstaculizando la visión del espectador. Detalles perfectos que nos brindan la sensación de realidad, como si uno fuera un testigo presencial o un espía privilegiado. Tan cuidada esta la idea de mantener la tensión lo más real posible, que no hay música en todo el film. Quizás, como en de la vida misma. En una lejano Irán, el matrimonio de Nader (Peyman Moaadi) y Simin (Leila Hatami) deciden emigrar a otro país para poder darle una mejor vida a su hija Termeh (Sarina Farhadi). Pero a último momento, Nader se arrepiente porque no quiere dejar a su padre (Ali-Asghar Shahbazi), enfermo de alzhéimer, sólo en su país natal. Es entonces cuando Simin, insistiendo por el futuro de su hija, pide a la justicia separarse de su marido para poder viajar de todas maneras, pero el juez no se lo permite por su condición de género. Enfurecida decide mudarse a la casa de sus padres y Nader debe contratar a una mujer (Kimia Hosseini) para que cuide a su padre. Aquí comienza una convivencia, donde las diferentes realidades socioeconómicas de la mujer contratada y la familia disfuncional, entran en conflicto moral y legal. Y todo, bajo los ojos entreabiertos del precario, humillante hacia la mujer y casi infantil, sistema judicial iraní.El guion es una obra de arte por sí sólo.  Farhadi amaga con contar un simple drama familiar que se centra en la separación de un matrimonio. Sin embargo, rápidamente, esquiva esta previsible estructura, con una cintura y una delicadeza formidable, para  centrarse en su verdadero objetivo: Trazar un cuadro social y antropológico de la realidad iraní. Toca temas de clase sociales, el rol de la mujer en la sociedad iraní, la religión, la función del estado, la discriminación, y sobre todo, la impotencia de una sociedad que busca respirar a través de su cine.Los personajes son absolutamente reales y con un equilibrio bien logrado. Un conflicto sirve de excusa para que se entrelacen y cada uno pueda mostrar sus características, con sus virtudes, sus defectos y sus debilidades. Un mundo de supuestos adultos responsables que terminan sacando lo peor de cada uno y dejando ver el circo en que se puede transformar la justicia humana.Cada personaje se identifica con un definido status social y su respectiva realidad, pero también, representan los actores principales en una injusticia. El marido, Nader, representa la frialdad y el egoísmo abrumador de la mentira. La mujer contratada, Razieh, con su mirada de mujer sufrida, representa la conciencia y la moral. Esa eterna lucha entre hacer lo correcto o privilegiar nuestro beneficio. Su marido, bañado de ira, la impotencia. Y el abuelo, Hodjat, con su enfermedad, representa el no querer ver de una sociedad que intenta escapar de su propio juicio moral, y por lo tanto, se encuentra estancada, la falta de memoria.El detalle interesante está en los personajes infantiles, ya que sólo las niñas dicen la verdad y hacen recapacitar a los adultos. Son como la conciencia que no los deja tranquilos. Son la inocencia perdida de una sociedad que se encuentra perdida. Ellas representan la verdad.Una es la hija de la familia pudiente y la otra de la familia pobre, pero a pesar de su distancia social y económica, en cada escena en donde se las ve juntas, siempre están jugando y riendo con una hermandad, ternura y entendimiento, que es lo que justamente,  escasea entre los padres de ambas. En una escena, en donde están jugando al metegol contra el padre (mentira) y el abuelo (falta de memoria), ambas forman un mismo equipo y les ganan. Farhadi, nos está diciendo algo con esa escena; nos está diciendo que la verdad, a pesar de todo, siempre triunfa.Las actuaciones son impecables en su totalidad. Uno realmente se identifica con ellos, de tal manera, que duda si realmente son actores. Impecables.Asghar Farhadi se encargó de que nadie pueda escapar a la idea de vivir este film como en carne propia. Donde no se puede evitar el replanteamiento de nuestra moral, de nuestra justica social, del rol de la mujer, de cómo jugamos con la verdad, la mentira, la conciencia y la religión. Un juicio a nuestros valores más básicos y más elementales como especie, donde la sana convivencia, es vital.“La separación” es una excelente película, no en vano fue reconocida con el Oso de Oro a la Mejor Película, Oso de plata al mejor director y Oscar a la mejor película extranjera. Irán nos regala dos horas de profundidad humana, donde la única separación que no será posible, será la de nuestro cuerpo con la butaca. 

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