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martes, 26 de julio de 2016

Revolución de Mayo

Un desencanto respecto de las ventajas que podía seguir ofreciendo la vinculación de estas tierras con España, motivó la búsqueda de un cambio profundo en nuestras tierras.
En el campo comercial, el monopolio español, ya no estaba en condiciones de responder a las necesidades del mercado del Río de la Plata. Por lo tanto creció la convicción de que no había ninguna ventaja en el aspecto económico para seguir en la condición de colonia. El contrabando rioplatense fue el ejemplo del mismo, ya que las guerras en Europa interrumpían el comercio con la metrópoli.
Económicamente los porteños se veían abandonados por la corona. Así surgió, y se estableció para siempre, la idea del libre comercio. Y auque la misma fue proclamada en 1809 por Cisneros, era el dejar de ser colonia, lo que buscaban los revolucionarios.
Las ideas de República y Constitución, habían llegado para quedarse en el mundo moderno. Un aire de ilustración inundaba las mentes de los intelectuales. Y los criollos del Río de la plata, no se querían quedar afuera de este nuevo cambio mundial.
La Monarquía y el mercantilismo, eran vistos como un gran atraso, vulgar y tosco. La República y el libre comercio, eran la nueva forma de vivir. Para imponerlo, la única manera, era la misma que utilizaron los norteamericanos y los franceses: La Revolución.
¿Pero, por qué se festeja el 25 de Mayo y no otra fecha?
¿Es acaso el inicio de la revolución, la finalización o sólo un hecho significativo para la conmemoración del proceso en sí?
¿Fue realmente una Revolución o sólo un cambió de cúpula en la estructura política virreinal española?

A continuación, trataremos de recorrer el proceso que nos llevó a lograr una junta criolla y tratar de identificar el momento clave de revolución.

1776-1808: Contexto mundial y motivaciones externas

La independencia de las 13 colonias del norte
El 4 de Julio de 1776 fue proclamada la independencia de las 13 colonias británicas en Norteamérica. Nacen los Estados Unidos de América.
Lo interesante es que España apoyó esta revolución en contra de Inglaterra, sin saber que serviría de ejemplo e inspiración, para sus propias colonias del sur.
La declaración de independencia y la Constitución Americanas, serán grandes motivadores para las revoluciones en America y en Francia.
Revolución Francesa
La revolución francesa de 1789 será el mayor ejemplo de lucha exitosa por la igualdad para los hombres de las Américas. La “Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano” fue el triunfo de los pensadores iluministas de aquella época.
Son estas las ideas que no tardarán en seducir a nuestros futuros revolucionarios.

Invasiones Inglesas:

En el siglo XVIII en el mundo se estaban gestando un nuevo orden político económico en donde el comercio pasó a ser el principal elemento en las cuestiones de Estado.
“Quien dominará el Atlántico, dominará las rutas comerciales, y por lo tanto, dominará el mundo”.
Este concepto fue la bandera que empezó a llevar Inglaterra, luego de iniciada su Revolución Industrial.
Luego del bloqueo continental, declarado por Napoleón, la independencia de sus 13 colonias de Norteamérica y de la pérdida de Colonia en el Río de la Plata, Inglaterra tuvo que encontrar nuevos puertos para comercializar sus productos manufacturados. Y fue en busca de las perlas del Atlántico, las colonias españolas.
Aprovechando que España no poseía de flota luego de la derrota en la batalla de Trafalgar en 1805, navegando hacia el sur, fue la nueva ruta de oportunidad de los almirantes británicos.
La primera invasión fue llevada a cabo en 1806, donde los ingleses obtuvieron la victoria, y Buenos Aires pasó a ser colonia inglesas durante 46 días hasta la reconquista de Liniers.
En 1807 hubo una segunda invasión, que en verdad fue el refuerzo de la primera. La misma no pudo vencer a las milicias de vecinos, recientemente creadas, de la capital del Virreinato del Río de la plata.
Claro está, que la intención de Inglaterra era anexar las riquezas del Río de la Plata a su nuevo orden comercial; “Liberarnos” económicamente de las garras monopólicas de España y “salvarnos” del atraso político que implicaba pertenecer a una monarquía.
Pero a pesar de que realmente vivíamos en un atraso político y económico con España, la manera de anexarnos como colonia a su imperio, no era la mejor manera de mejorar nuestra situación.
Por eso triunfó la idea de que Inglaterra nos estaba proponiendo liberarnos de un rey, para imponernos otro. Aquí nace el espirito de emancipación.
Como consecuencia de las invasiones, en Buenos Aires se gestaron grandes cambios en orden político, militar y económico.
Se hace clara la crisis del sistema político español. El cabildo suspendió a su virrey, Sobremonte, y nombró a su héroe local, Liniers. Por primera vez un virrey era propuesto por los vecinos y el cabildo y aceptado por el rey.
Hay que tener en cuenta que Carlos IV estaba viviendo una crisis terrible en su península con el avance del ejército francés. Por eso, aceptar el virrey propuesto por los vecinos de Buenos Aires, fue una maniobra política para no abrir otro foco de crisis en su reino. Aquí aparece, quizás, un primer indicio de triunfo en “elecciones propias” de gobernador.
El pueblo de Buenos Aires adquirió, también, conciencia de sus propias fuerzas. El poderoso ejército ingles fue derrotado por las milicias de vecinos. Ejércitos que fueron formados entre españoles y criollos. Donde prácticamente todos formaban parte de algún Tercio correspondiente a su ciudad natal, ya sea española (tercio de Gallegos, Montañeses, Arribeños, etc.) o de la misma Buenos Aires (Tercio de Patricios).
Económicamente las milicias fueron armadas por los mismos vecinos. Martín de Alzaga, comerciante español y futuro alcalde, abasteció a los tercios de rifles comprados en contrabando, entre otros.
Las milicias eran fuerzas reales y lo demostraron ante uno de los mejores ejércitos mundiales. Podíamos defendernos nosotros mismos sin ayuda de España. Una necesaria característica, para que un pueblo tenga posibilidades de independizarse.
Las milicias fueron desarmadas llegada la revolución, donde solo continuó, obviamente, la de Patricios.
En las invasiones inglesas se prende la mecha de emancipación. Es evidente que generaron el gran espíritu de soberanía criolla ante España y/o cualquier potencia mundial. Estábamos para más, que una simple colonia. Y demostró que era el momento ideal para una revolución en cuestiones militares, ya que los españoles demostraron no poder enviar ni a un solo soldado a estas tierras. La revolución, de a poco, iba encontrando su momento ideal.

La invasión napoleónica a España:

Luego de la Revolución Francesa, Napoleón Bonaparte buscó llevar las ideas republicanas al resto de Europa. Por consecuencia, llevó al continente a varios años de guerras napoleónicas; haciéndose de varios enemigos, entre ellos Inglaterra.
Napoleón, hábil estratega, declaró un bloqueo continental a su enemiga isla en 1806. Un golpe durísimo para un país que había destinado el fruto de su poder al comercio ultramarino. Eran los primeros años de la gloriosa Revolución Industrial, en la cual Inglaterra, basó su economía política.
Pero no todos los países europeos hicieron caso al bloqueo propuesto por Napoleón. Portugal, fiel aliado de Inglaterra, prefirió seguir en buenas relaciones con los británicos. Este fue el motivo por el cual Bonaparte, decidió invadir dicho país en manera de represalia.
Claro está, que para invadir Portugal, el ejército francés debería pasar por España. Un ejército republicano con ideas de igualdad ante la ley transitando por un reino de absolutismo monárquico, era someter a España a una situación bastante arriesgada, de la cual, obviamente, no podía terminar bien.
Finalmente el ejército francés ingresa en España con permiso del rey Carlos IV, llega luego a Portugal y lo invade en 1807. La familia real lusitana buscó refugio en Brasil.
Pero los franceses nunca se fueron de España después de ocupar Portugal. Por eso la figura de Carlos IV, y su ministro Godoy, fue cayendo por mostrarse débiles ante los acontecimientos. Fernando VII, hijo de Carlos IV y heredero del trono, presionó con ayuda de la opinión pública, para que abdicara su padre.
Así se generó una batalla política de crisis dinástica en medió de la ocupación francesa. Y es el mismo Napoleón el que se hace cargo de la situación, realizando una convocatoria de ambos en la ciudad de Bayona, Francia. Este suceso fue conocido como “La entrevista de Bayona” donde, por medio de artilugios legales y presiones políticas, Fernando VII fue acusado de golpe de estado y Carlos IV cedió sus derechos a Napoleón, y luego este, a su hermano José.
Los españoles no reconocieron a José Bonaparte, alias “Pepe Botella” (ya que parece, le gustaba la bebida) como su rey y se iniciaron las guerras de independencia española. Una de las más conocidas, por ser la primera derrota del ejército francés, fue la batalla de Bailén (Julio de 1808) donde San Martín luchó por Fernando VII y fue condecorado.
Para imponer más su voluntad en España, Napoleón colocó presos a Carlos IV y Fernando VII.
En respuesta, el pueblo español, creó en 1808 varias juntas locales para gobernar en nombre de Fernando VII, hasta que el mismo fuese liberado. La más importante fue la junta central que residió en Aranjuez, que luego pasó a Sevilla, y luego en la isla de León en la bahía de Cádiz. Cada vez más al sur por el avance del ejército francés.
Sin lugar a dudas, que el rey español estuviera preso, marcó el momento ideal en términos políticos para una revolución. Era la otra mitad que faltaba. Militarmente los españoles no iban a poder hacer mucho, esto se confirmó en las invasiones inglesas, y tampoco iban a poder hacer mucho en cuestiones políticas, ya que su rey estaba preso. El momento ideal se había creado, solo faltaba el detalle de aprovecharlo.

1809: Contexto político interior en un año clave.

Virreinato de Liniers y la asonada de Álzaga del 1 de enero
Luego de las Invasiones Inglesas, Liniers quedó como héroe de las mismas, y fue propuesto por el cabildo, y los vecinos, como Virrey. La noticia llegó a Carlos IV y este aceptó.
Liniers era francés, pero siempre fue fiel a la corona española. Sin embargo, va a ser su nacionalidad, la que le juegue en contra en su gobierno.
Cuando Carlos IV lo aceptó como virrey (Marzo 1808) faltaban todavía 2 meses, para que los españoles entraran en guerra con Francia. Hasta ese entonces no veían mal tener como virrey a un francés.
Liniers tuvo un pequeño periodo de feliz gobierno, hasta que la noticia de que sus compatriotas habían encarcelado al rey español, llegó a oídos de los cabildantes.
Esto motivó, a Martín de Alzaga, a generar una campaña para destituirlo. El Cabildo, que era fuerte de los españoles, le había jurado la guerra al virrey francés traidor. Mal acusado, ya que Liniers siempre demostró su fidelidad a la corona española, es más, muere por ella, al intentar combatir la Junta revolucionara de 1810.
Sin embargo su nacionalidad no lo perdonó e idearon un golpe armado para derrocarlo. Iba a ser el 1 de enero de 1809 y llevado a cabo por los tercios de Gallegos, Catalanes y Vizcaínos. Se conoció como la “Asonada del 1 de enero de 1809” o la “Asonada de Álzaga”.
Aquella mañana la plaza de Mayo se vio repleta de estos hombres a los gritos de:
“¡Junta como en España! ¡Abajo el francés Liniers! ¡Viva el Cabildo y muera el mal gobierno!”
Rápidamente los regidores llamaron a un Cabildo abierto y se nombró una Junta Gubernamental que respondía a la Junta de Sevilla, tal cual lo había hecho Montevideo, que tampoco reconocían a Liniers como su virrey.
La junta estaba compuesta principalmente por españoles, como era de esperar. El presidente fue el Gral. Ruiz Huidobro. Como vocales, Martín de Álzaga, Juan Larrea, Antonio Santa Coloma, Esteban Villanueva y Olaguer Reynalds. Y como secretarios, los únicos criollos, Leyva y Mariano Moreno.
Formada la Junta, los juntistas se dirigieron al fuerte para comunicarle a Liniers del nuevo gobierno. Pero al acercarse al mismo, aparecieron los leales. Saavedra con los Patricios impidieron el accionar del Cabildo español.
Martín de Álzaga y otros funcionarios fueron desterrados de Buenos Aires. El gobernador de Montevideo, Elío, les ofreció asilo político. Álzaga intentará una vez más reimponer el gobierno español en 1812, pero terminará ahorcado en Plaza de Mayo.
La junta de españoles se destruye y continúa Liniers en el cargo de Virrey.
La asonada de 1809 fue un gran ejemplo de hacía donde querían empezar a dirigir la política los patriotas revolucionarios. Evitaron, a toda costa, que nuevamente un representante español gobernara Buenos Aires. Y también fue un ejemplo de la inestabilidad política que se vivía en aquellos años, en donde un Cabildo abierto y una junta, se podían llevar a cabo en una misma tarde. Sin embargo, esta inestabilidad política, luego va a ser esencial para el triunfo de la junta patriota revolucionaria.

El Carlotismo y revoluciones altoperuanas

Luego de la invasión de Napoleón a Portugal, la familia real portuguesa, se refugió en Brasil. Así nació el reino del Brasil en 1808.
En aquel reino, gobernaba el príncipe Jorge VI, ya que su madre, la reina, estaba demente. La esposa del mismo era la princesa Carlota Joaquina de Borbón, hija de Carlos IV y hermana de Fernando VII.
Su linaje español, su asentamiento en América, y que el rey de España estuviera preso, fueron los motivos que hicieron de Carlota, una fuerte postulante al trono español. Sostenía que era la indicada para defender los dominios españoles desde la América hispana porque contaba con el apoyo ingles. Sin embargo ni su esposo Jorge VI, ni los ingleses, apoyaron alguna vez a Carlota.
Hubo criollos que vieron como una opción de emancipación la idea de nombrar reina a esta mujer. Entre ellos Belgrano, Pueyrredón y Rodrigues Peña.
Al mismo tiempo en el alto Perú también hubo grandes consecuencias ante la posible coronación de la princesa española-portuguesa.
El 25 de Mayo de 1809 el pueblo de Chuquisaca (actual Sucre) se levantó contra el presidente de la Real Audiencia, García Pizarro, acusándolo de querer proclamar a Carlota reina y así entregar el virreinato a Portugal. La revuelta fur exitosa y García fue sustituido por una Junta. La misma estuvo formada por militares, entre los que se encontraba el Gral. Juan Antonio Álvarez de Arenales.
Los aires revolucionarios continuaron viaje y contagiaron a la otra ciudad importante, La Paz. Allí destituyeron al intendente Dávila y nombraron otra Junta más. Una junta fue sede del poder legislativo y la otra del poder ejecutivo. (Estas ciudades mantuvieron esos poderes. Por eso hoy, Bolivia, posee dos capitales.)
Una figura se destacó en la creación de las juntas alto peruanas. Ese fue el abogado Juan Murillo.
Lamentablemente las juntas revolucionarias no tuvieron mucha vida. El virrey del Perú, Abascal, ordenó reprimir y ambas juntas fueron arrasadas con altísima violencia.
Murillo fue llevado a la plaza mayor y ejecutado en público. Sus últimas palabras fueron:
“¡La tea que dejo encendida nadie la podrá apagar!”
Sin lugar a dudas estas revueltas motivaron más a los patriotas.

Cisneros, el último Virrey, y su libre comercio

Más allá de no haber tenido éxito en la asonada de 1809, Álzaga y compañía, se hicieron de las suyas. Luego de llegar a Montevideo, y en acuerdo con la junta uruguaya, mandan una proclama a la junta de Sevilla para que designen un Virrey español. La junta peninsular analizó la idea de mantener al virrey francés y designaron un nuevo virrey español. El elegido fue Baltasar Hidalgo de Cisneros. Fue el único virrey que no lo designó, o aprobó, el rey, si no que fue proclamado por una junta provisional. Esto le quitará sostén político al nuevo virrey.
Cisneros llegó a Buenos Aires con un clima de mucha tensión. Para los revolucionarios, haber vuelto a tener un virrey español, fue como volver hacia atrás en el camino de emancipación. Sin embargo, a Cisneros lo dejaron ocupar su cargo, y Liniers, se retiró a Córdoba.
Lo interesante de Cisneros como virrey fue que proclamó la libertad de comercio (o mejor dicho permitió a los vecinos comerciar con Inglaterra). Una medida que llamó mucho la atención, ya que el monopolio español era una de las grandes causas de enojo en el pueblo bonaerense. Esta medida fue apoyada por el famoso alegato titulado “Representación de los hacendados” escrito por Mariano Moreno.
Cisneros lo hizo para generar un buen clima entre los vecinos y la débil España, y porque en 1809 Inglaterra y España eran aliadas contra Napoleón. No fue otra cosa que una maniobra política para impedir una revuelta.
La historia nos dirá que en vano fue su maniobra política, ya que el pueblo no luchaba por el libre comercio solamente, si no que luchaba por su libertad.

1810: “El Mayo criollo”

Ya a comienzos del año un grupo de jóvenes se estaban juntando a escondidas preparando la revolución. Las reuniones se llevaban a cabo en la jabonería de Vieytes. Asistían Manuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Juan José Paso, Rodríguez Peña, Manuel Alberti y otros. Este grupo revolucionado a sido conocido como “La sociedad de los siete”.
El 31 de enero cayó la Junta de Sevilla. España, como estado soberano, prácticamente desapareció. Ahora sí, las colonias estaban solas.
El 13 de Mayo la noticia tan esperada por los patriotas llegó a Montevideo. El gobernador de la ciudad oriental, ante tal noticia, secuestró las gacetillas y la envió, en modo secreto, a Cisneros.
El día 18 Cisneros anunció a los vecinos de Buenos Aires que renunciaba a su cargo por la caída de la junta de Sevilla, ya que fue el organismo que lo había designado Virrey. Rápidamente los revolucionarios fueron en busca de Saavedra y sus Patricios.
El día 19 fueron elegidos Belgrano y Saavedra para entrevistarse con el alcalde de primer voto, José Lezica, y solicitarle un Cabildo abierto. Castelli realizó la misma tarea pero con Leiva, síndico del Cabildo.
El día 20 Lezica le comunicó lo acontecido a Cisneros, que para evitar la insurrección, llamó a los jefes de su ejército. Fue en ese momento cuando Saavedra le comunicó:
“No queremos seguir la suerte de España ni ser dominados por los franceses: Hemos resuelto reasumir nuestro derecho y conservarnos para nosotros mismos. El que a V. E. dio autoridad para mandarnos ya no existe. Por consiguiente, tampoco V.E. la tiene ya, así es que no cuente con las fuerzas de mi mando para sostenerle en ella.”
Esa misma noche los revolucionarios se juntaron en la casa de Rodríguez Peña y acordaron que Castelli y Martín Rodríguez deberían “convencer de manera personal” al virrey para que declare el Cabildo abierto.
Finalmente, y ante el poder de “convicción” de Rodríguez y Castelli, Cisneros cedió y anunció el Cabildo abierto para el 22.
El día 21 los revolucionarios coparon la plaza de Mayo con cánticos en apoyo del cabildo abierto. Son hombres reunidos por French y Beruti. También se repartieron las invitaciones para que asistieran los vecinos más adecuados para aquel cabildo abierto tan particular.
El día 22 fue un día clave. Las calles que rodeaban el cabildo estaban custodiadas por los patricios y los hombres de French y Beruti (que entregaron las famosas cintas blancas para reconocer a los revolucionarios de los que no). Esta fue una clara señal de quienes controlaban el acceso al cabildo.
Solo algunos vecinos pudieron llegar al cabildo sin problemas, los demás (los españoles) tuvieron mayor dificultad para asistir.
A las nueve de la mañana comenzó la asamblea convocada por el cabildo. Se hicieron presentes 251 invitados. Se leyó, en primera instancia, una proclama pro-español a cargo de Justo Nuñez. El mismo propuso recordar los peligros de la anarquía, las intenciones portuguesas, y que para generar un gran cambio, había que tener el consentimiento del interior.
“Evitar toda innovación o mudanza, pues generalmente son peligrosas y expuestas a división”
Luego tomó la palabra el obispo de Buenos Aires, don Benito de Lué y Riega. El mismo se mostró totalmente en contra de un cambio. Para él tenía que seguir gobernando el virrey Cisneros.
Le respondió Castelli, que argumentó la necesidad de crear un nuevo gobierno con autoridades locales, ya que había caído el rey y también la junta de Sevilla.
Al tomar la palabra Huidobro, el militar español propone una solución nueva: Que Cisneros entregue el poder al cabildo.
Había que resolver si el cargo de Cisneros tenía sentido, y de no ser así, qué forma de gobierno tomar.
Las opciones eran dejar todo como está. Postura que llevo a cabo el obispo Lué, Velazco, Reyes y otros.
Otra era que Cisneros debía renunciar por consecuencia de la caída de la junta de Sevilla y que el poder pasara al cabildo. Postura que llevó a cabo Huidobro, Viamonte, Chiclana, Rodrigues Peña, entre otros.
Otra era claramente emancipadora, con la creación de una junta popular. Postura que llevó a cabo Castelli con su famoso discurso.
Ninguna opción era candidata a ganar por mayoría, hasta que Antonio José de Escalada (Padre de Remedios de Escalada, futura esposa de San Martín) propuso la siguiente:
“Si se ha de subrogar otra autoridad a la superior que obtiene el excelentísimo señor virrey dependiente de la soberanía que se ejerza legítimamente a nombre del señor don Fernando Séptimo y en quien.”
Luego Saavedra tomó la palabra, y puso bien en claro, la postura independentista:
“Debe subrogarse el mando superior que obtenía el Exmo. Virrey en el Exmo. Cabildo de esta Capital, interín se forme la corporación o junta que debe ejercerlo: cuya formación debe ser en el modo y forma que se estime por el Exmo. Cabildo. Y que no quede duda de que el pueblo es el que confiere la autoridad o mando.”
La votación llegó a su fin, pero al ser tan tarde, resolvieron que el escrutinio se realizaría al día siguiente.
El día 23 se llevó a cabo el recuento de votos. Ganó la postura que proponía la desaparición del cargo del virrey y la entregara del gobierno al Cabildo, para luego designar una junta elegida por el pueblo.
El día 24 los regidores del cabildo, en evidente burla, no consultaron al pueblo para la elección de los integrantes de la junta. Fueron elegidos por ellos.
La junta estaba compuesta de la siguiente manera: Cisneros de presidente, Solá, Incháurregui, (ambos españoles) y los criollos Castelli y Saavedra. Y como si fuera poco, la junta iba a estar vigilada por el cabildo gracias a un “Reglamento” redactado por Leiva (cabecilla de la resistencia española).
Entre los artículos, figuraba la disposición del Cabildo en nombrar el sustituto de cualquier miembro de la junta (art 4). Poder destituirlos si no obraban con “corrección” (art. 5). No podían imponer contribuciones sin el consentimiento del cabildo (art 6). La junta no tenía atribuciones legales, las mismas correspondían a la Real Audiencia (art 7).
Poco de popular y criollo tenía aquella junta. A pesar de todo, todos firmaron, incluidos Saavedra y Castelli.
Ante la noticia de que Cisneros era el presidente de la junta popular, el pueblo se hizo oír.
Una agitación de vecinos acudió a la plaza de mayo para expresar su discrepancia hacia la junta armada por el cabildo.
El descontento fue organizado por French, Beruti y sus muchachos conocidos como “Los chisperos”. Patricios también apoyó la revuelta.
Castelli y Saavedra, en apoyo a la gente, renunciaron a la junta. Luego renunciaron todos los restantes y el poder volvió al Cabildo. El primer intento de junta criolla había fracasado.
El día 25 fue el día del cambio. Desde la primera hora de la mañana los revolucionarios se juntaron en la plaza a discutir los próximos pasos, y los cabildantes, lo mismo, pero en el cabildo.
Pasaron algunas horas hasta que los cabildantes decidieron no aceptar las renuncias de la junta constituida el día anterior. Esto no cayó bien a los patriotas, que entrando a la sala, exigieron la renuncia de Cisneros. El cabildo, ante tan tensa situación, buscó apoyo en el ejército, pero el mismo no accedió a sus pedidos.
Poco después otro grupo revolucionario entró al cabildo, llegó a la sala y atinaron fuertes golpes a la puerta con el famoso lema:
“¡Queremos saber de que se trata!”
Beruti, con un grupo de hombres, logró entrar a la sala de acuerdos y exigió una nueva junta revolucionaria integrada por: Saavedra, Belgrano, Moreno, Castelli, Paso, Matheu, Larrea, Alberti y Azcuénaga. Y también exigió enviar 500 hombres al interior para que la reconozcan.
Leiva, para intentar ganar tiempo, le pidió que la propuesta sea entregada como un petitorio firmado por todos los postulantes. Así lo hizo Beruti y entregó a las pocas horas un cuadernillo con más de 400 firmas. Este documento se conoce como “La petición del pueblo”.
No conforme con el cuadernillo, Leiva les exigió la ratificación del pueblo congregado en la plaza. Un buen intento, ya que por el mal clima y las altas horas, poca gente quedaba en la plaza. Entonces los revolucionarios le propusieron tocar campana, y así los vecinos volverían a la plaza, o en todo caso, tocar generala, y que se abrieran los cuarteles. Un claro mensaje…
Sin medios para resistir, y para evitar la violencia, al cabildo aceptar la junta revolucionaria y a todos los miembros propuestos.
Es evidente que la junta revolucionaria representaba a los principales sectores de Buenos Aires. Alberti representaba a la iglesia; Moreno, Paso, Belgrano y Castelli a los abogados; Saavedra y Azcuénaga a los militares y Matheu y Larrea al sector comercial.
La jura fue llevada a cabo a las 3 de la tarde. Los juntistas levantaron su mano derecha sobre el evangelio y juraron:
“Desempeñar legalmente el cargo, conservar íntegra esta parte de América a nuestro augusto soberano el señor don Fernando VII y a sus legítimos sucesores y guardar puntualmente las leyes del reino.”
El objetivo era que la junta gobernara de manera provisoria, hasta la creación de una junta general del virreinato. La misma debería llevarse a cabo en Buenos Aires, con representantes del interior, y establecer la forma de gobierno que se considere más eficiente.
El cabildo estaba convencido que poco iba a durar esta junta revolucionaria, ya que el interior no la iba a aceptar como tal.
El último intento español fue en Junio, cuando llegó la noticia de la instalación del Consejo de Regencia en Cádiz. La Audiencia le ordenó inmediatamente a la junta que la reconozca, pero Mariano Moreno rechazó rotundamente el pedido.
Ya no tenían más nada que hacer los españoles en Buenos Aires. Solo rezaron para que el interior no los acepte. Mientras tanto, las mayores autoridades, incluida la de Cisneros, se retiraron a España el 22 de Junio. Nunca más, en la historia Argentina, un virrey volvió a pisar Buenos Aires.

Conclusión: “El momento ideal”

A principios del siglo XIX, España, cada vez más, desilusionaba a los porteños criollos.
El contrabando solo demostraba la ineficacia y atraso del monopolio. Y las nuevas ideas de libertad, igualdad y fraternidad, solo demostraban el atraso de la monarquía, como forma de gobierno.
La disconformidad ya existía, lo que todavía no existía, era el “momento ideal” para un cambio profundo. Había que pasar del monopolio al libre comercio, y de la monarquía a un sistema independiente de España. Hubo varias opciones para la nueva forma de gobierno. Desde una monarquía local (Inca o Carlotista), una confederación, una asamblea parlamentaria o una república. Esta definición llevará, a la nueva nación, a sus primeros años de conflictos internos.
A partir de las invasiones inglesas, ese “momento ideal”, se irá gestando.
Las invasiones de 1806 y 1807 aportaron al “momento ideal” de emancipación en cuestiones militares, ya que los españoles demostraron no poder enviar ni a un sólo soldado a estas tierras. Luego, que el rey español estuviese preso, aportó al “momento ideal” en términos políticos. Era la otra mitad que faltaba. El “momento ideal” se había creado, sólo faltaba el detalle de cómo aprovecharlo.
¿Lograr el cambio mediante la fuerza o la política? Quizás la gran duda de los revolucionarios. Por eso eligieron un punto intermedio. Al caer la junta de Sevilla, y tener que conformar una junta local, “apretaron” al cabildo para que eligiera a los integrantes que ellos mismos habían propuesto para formarla. Era una manera de iniciar la revolución de manera legal.
La junta como institución era muy común en el virreinato español. Consistía en elegir una cúpula de funcionarios para gobernar provisoriamente en nombre del rey hasta que él mismo pudiera gobernar. Esa era la función de toda junta.
Esto era más común de lo que creemos. Cuando un rey moría, y se tardaba en decidir su heredero, se creaba una junta; o cuando había problemas dinásticos, peleas entre familias nobles, se creaba una junta hasta resolver el conflicto; o cuando un rey era puesto preso, también se creaba una junta.
Mientras tanto, en América, si el tiempo sin rey era más prolongado de lo normal, también se creaban juntas en cada capital de cada virreinato. Las mismas reemplazaban la función del virrey y eran subordinadas de la Junta Principal que radicaba en la metrópoli.
Las mismas eran presididas por el ex virrey y la mayoría de sus integrantes eran españoles. La participación criolla siempre era mínima.
Y es en este punto, donde nuestra junta, se destaca de las demás. La junta del 25 de mayo fue integrada, en su mayoría, por criollos (menos Larrea y Matheu que eran españoles) pero el cambio radical, y por el cual festejamos el 25 de mayo, es que en aquel día se logró quitar al ex virrey como presidente de una junta y colocar a un criollo.
Sin embargo, y a pesar de que nuestra junta era en su mayoría criolla, no dejaba de ser una junta como institución española. Por lo tanto, tenían que jurar en nombre de Fernando VII y gobernar por un corto lapso, hasta que se designe el siguiente gobierno.
Obviamente los criollos juraron fidelidad a Fernando VII sólo como protocolo para poder asumir como junta. Las ideas de emancipación ya estaban bien asentadas desde las invasiones inglesas.
El problema era el corto tiempo que tenían para encender la mecha de emancipación. Había que aprovechar la oportunidad y llevar todo hacia la separación definitiva de España. Además no faltaba mucho para que llegaran los representantes del interior, que en su mayoría eran pro-españoles, y decidir la forma de gobierno definitiva.
Hay un momento que inicia el verdadero camino revolucionario. Aquel fue, cuando Mariano Moreno, no aceptó reconocer al Consejo de Regencia español como nueva autoridad.
Y el momento clave, donde ya no quedaron dudas de que esta novedosa junta era una revolución, fue cuando fusilaron a Liniers (que estaba organizando una contrarrevolución) en Cabeza de Tigre.
Imposible no comparar este acontecimiento, ordenado por Mariano Moreno, con la época del terror de la Revolución Francesa y la ejecución del rey Luis XVI. No en vano a Moreno lo apodaban: “El jacobino”. Mariano se dio el gusto de matar a un ex virrey con todo lo que eso significaba en aquella época.
Ellos querían su Revolución Francesa, y quizás por eso, el 25 de mayo se titula como tal. Cuando en verdad fue sólo una novedosa junta en el, todavía vigente, sistema virreinal español. La revolución, en sí misma, apenas estaba comenzando aquel día.
Tranquilamente la fecha de festejo patrio podría haber sido a principios de Junio (cuando la junta criolla no acepta al Consejo de regencia como autoridad), el 22 de Junio (cuando se retira Cisneros de Buenos Aires) o el 26 de Agosto (cuando la junta fusila al ex virrey, Liniers).
La revolución de mayo descansa en el logro de los revolucionarios en haber llegado a la cúpula de poder del virreinato, que la hayan integrado únicamente criollos, que se hayan mantenido en el poder, que hayan evitado la subordinación del Consejo de Regencia, que hayan matado a la figura emblemática de la resistencia española, Liniers, y mientras tanto, hayan logrado rápidamente cierta adhesión del interior.
Sin lugar a dudas el primer paso para lo que fue el duro, pero feliz, proceso de forjar una nueva nación independiente en territorio español.

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