En la mitología griega, Casandra ( "la que enreda a los hombres" o "hermana de los hombres"), era hija de Hécuba y Príamo, reyes de Troya. Fue sacerdotisa de Apolo,que la amaba. Este, ansioso por poseerla, pactó con ella: a cambio de un encuentro carnal le concedería el don de la profecía. Sin embargo, Casandra, cuando recibió los arcanos de la adivinación, rechazó el amor del dios; éste, viéndose traicionado, la maldijo escupiéndole en la boca: seguiría teniendo su don, pero nadie creería jamás en sus pronósticos.
Ante la maldición del dios su don se convertiría en una fuente continua de dolor y frustración.
Aunque Casandra previó la destrucción de Troya, la muerte de Agamenón y su propia desgracia, fue incapaz de evitar estas tragedias.
Su familia creía que estaba loca y, en algunas versiones, la mantuvieron encerrada en casa o encarcelada, lo que la hace enloquecer.
Una vez concluida la guerra de Troya, durante el saqueo de la ciudad, Áyax, hijo de Oileo encontró a Casandra refugiada bajo un altar dedicado a Atenea. Aunque la princesa se agarró a la sagrada estatua de la diosa, en el frenesí del saqueo, Áyax la arrastró junto con la estatua. Según algunas fuentes la violó en ese preciso lugar; para otras fuentes, el sacrilegio cometido por Áyax había consistido en no respetar la sagrada estatua de la diosa. Este hecho condenó al guerrero, pues Poseidón, impelido por la humillada Atenea, hundió su barco causando una tormenta en las cercanías del promontorio de las rocas Giras, donde Áyax murió ahogado.
En 1963, la psicóloga Melanie Klein realizó una hermosa interpretación del mito de Casandra. Allí sostiene que la princesa troyana representa la moral humana, aquella porción de nosotros mismos que conoce los peligros de encarar ciertos actos, pero que rara vez es escuchada a tiempo.
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