Causas:
El control de la cuenca del Paraná para el comercio exterior y el conflicto de límites con Paraguay, dilucidó en 1865, la creación de un ejército entre Argentina, Brasil y Uruguay contra el Paraguay al mando del General Mitre. Los paraguayos lograron demostrar su poder de fuego, y ocupación, en Corrientes y Uruguayana, pero rápidamente fueron rechazados. Al año siguiente, y con la masa del ejército paraguayo en retirada, se inicia una nueva etapa en la guerra contra el Paraguay: La invasión aliada.
Los aliados llevaron a cabo el desembarco en el Paraguay entre el 16 y 23 de abril de 1866 con un ejército de 42.200 hombres, entre caballos y artillería. La zona era un verdadero pantano. Quizás sobresalían algunos sectores secos a los que llamaban “potreros” (lugares donde se instalaban los ejércitos y donde se peleaba, lo demás era agua) Los aliados y el Paraguay pelearon en este cuadrado de 30km por 20km comprendido entre el rio Paraguay, los lagos del este, el Paraná y el fuerte de Humaitá por más de dos años.
El 18 de abril los aliados obtuvieron su primer triunfo al tomar la Fortaleza de Itapirú, pero fue más importante el día 20 cuando lograron tomar Tuyutí (futura base operativa de los aliados). Claro que para los paraguayos esto no era nada grato, por el significado estratégico que ameritaba la zona. Por lo tanto Solano se apura y decide atacarla sorpresivamente. El 24 de mayo, 24.000 paraguayos atacaron el fuerte que fue defendido por los 32.000 hombres aliados que lo habitaban. Fue una clara derrota paraguaya. La batalla de Tuyutí fue un gran logro aliado ya que le aseguró su base de operaciones en este nuevo terreno de densa paraguayo. Por otro lado, para Solano no sólo fue una terrible derrota donde perdió a 14.000 hombres, sino que fue el principio del fin.
En Junta de Guerra, el comandante aliado decide tomar el fuerte de Curuzú para luego atacar la fortaleza de Curupaytí y de ahí avanzar hasta Humaitá (fortaleza paraguaya que impedía el avance aliado hacia Asunción). El 3 de septiembre los brasileños tomaron el fuerte de Curuzú a pocos metros de la línea defensiva de Curupaytí.
Es en este momento donde Solano supo perfectamente que la guerra iba a ser perdida (cuatro años antes del final de la misma) y decide buscar una solución diplomática con el General del ejército aliado, Mitre.
El 12 de septiembre de 1866 se llevó a cabo, en la ciudad paraguaya de Yataití Corá, la entrevista entre Mitre y Solano López. El líder paraguayo propuso la paz a esa guerra sangrienta pero Mitre no lo escuchó y sólo le exigió que aceptara las clausulas de la Triple alianza y que renunciara a su cargo. Solano no aceptó y prometió morir por su pueblo si era necesario. Antes de terminar el encuentro, brindaron con un coñac e intercambiaron sus látigos como recordatorio de la entrevista.
Mitre, quizás esperando aprovechar la imagen débil de Solano, decide atacar inmediatamente Curupaytí.
El plan:
Fue convenido que el ataque a Curupaytí fuera el 17 de septiembre. Y el plan formulado era el siguiente:
1) La acción concurrente de la escuadra y del ejército de Tuyuty.
2) El ataque mismo a llevar por las tropas brasileñas y argentinas reunidas en Curuzú.
En otras palabras, la escuadra brasileña al mando del almirante Tamandaré iría por las aguas del río Paraguay con 18 navíos y atacaría por el flanco izquierdo a la artillería de Curupaytí (de menor alcance a las de los barcos) para destruir el principal poder de fuego paraguayo. Luego, y con previo aviso del almirante, se emprenderá un ataque terrestre con 20.000 soldados de infantería.
El ataque terrestre se iba a llevar a cabo por cuatro columnas, dos brasileras y dos argentinas. Las de los brasileños iban a ser las de la izquierda (desde la posición de los aliados) cercanas al río Paraguay al mando del Barón de Porto Alegre; y las argentinas las columnas del este o más alejadas del río al mando de Mitre.
Cada columna estría compuesta por 4 líneas para asegurar la continuidad del ataque y el refuerzo de cada una. La primera línea comprendería un total de 5 brigadas de infantería en un total de 13 batallones. La segunda línea por una sección de reserva local. La tercera por reservas generales y , por último, la cuarta línea compuesta por tropas llamadas de “observación” que aportaría apoyo y seguridad.
La primera columna (brasilera) debería atacar por el oeste bien cerca del margen del río Paraguay penetrando en el bosque que se encontraba en su frente. La segunda columna (brasilera) marcharía por el costado derecho del bosque en forma directa a la posición paraguaya. La tercera columna (argentina) atacaría el mismo sector de forma paralela (estas fueron las columna que más sufrieron. Eran las que atacaron más perpendicularmente y vivieron un verdadero infierno). La cuarta columna (argentina) atacaría sobre el flanco derecho esquivando otro bosque.
Además se tenía pensado un efecto final de “envolvimiento” con el desembarco anfibio, detrás de las líneas de defensa, por el Batallón de voluntarios 16 y por la derecha con la caballería uruguaya al mando de Flores que esperarían en Tuyutí.
El plan parecía perfecto y estimaba que iba a llevar sólo dos horas.
Por el lado paraguayo su táctica era bien simple: resistir en su posición con 5.000 soldados
y 49 piezas de artillería. Pero tuvieron algunos hechos que cooperaron en su defensa. El primero, fue el tiempo adicional que tuvieron para prepararse gracias a la entrevista del 12 de Septiembre. Segundo, los cinco días que los aliados pospusieron el ataque por causa de las lluvias (del 17 pasó al 22). Tercero, los bañados que formaron esas lluvias. Y cuarto a un brillante militar experto en artillería, un tal “Mayor Sayás”. El mismo se encontraba preso y Solano envió a sacarlo de la cárcel y que organizara las baterías. Sin embargo la mañana del 22 un cañonazo de la escuadra brasilera le iba a pegar de lleno a Sayás. Estos factores “fortificaron” su defensa a cargo del General Díaz.
La batalla:
A las 7 horas del 22 de Septiembre de 1866, el ejército aliado se despertó en un clima alegre y de festejo. Hubo marchas militares, con paso redobles, guantes blancos y marchas militares. Todo un clima festivo de una batalla que supuestamente se iba a ganar.
Luego, a las 8 horas, la escuadra al mando del almirante Tamandaré, inició su ataque con cañones a las baterías paraguayas. A la misma hora Mitre enviaba un mensaje a las reservas en Tuyutí:
“En este momento, que son las ocho de la mañana, empieza el bombardeo de Curupaytí; dentro de dos horas contamos llevar el asalto.
Que el reconocimiento de V. E. por eso parte sea a fondo y no trepide en llevar el ataque a las líneas en el momento oportuno, pues el enemigo tiene divididas sus fuerzas.
Por esta parte nada dejaremos de hacer, porque de la esperanza de este día depende el resultado inmediato de la campaña.”
Los cañones de la escuadra tronaron durante más de 4 horas, y con algunas coheteras de la primera columna en tierra, que era toda la artillería aliada, no pudieron destruir a la artillería paraguaya.
Al final, la artillería paraguaya había sido subestimada por los aliados, ya que tenía un buen alcance, tan bueno, que los barcos de Tamandaré no pudieron acercarse lo suficiente. Ya cercano al mediodía la escuadra agitó la bandera blanca y roja que significaba la desarticulación de la defensa y el posible ataque terrestre. Claramente la defensa paraguaya no fue desarticulada.
Las dos columnas centrales (segunda y tercera), responsables de la penetración, avanzaron rápidamente hacia las trincheras enemigas con aires de victoria. Sin embargo, y sin esperarlo por haber confiado en la escuadra, fueron recibidas por una intacta artillería que les apuntaba de forma directa. Una muerte casi segura para cualquier grupo de infantería.
Más allá de la espantosa táctica, las tropas aliadas avanzaron 500 metros hasta un foso y allí, bajo fuego enemigo, se reorganizaron y dieron el ataque final. Al salir del foso trotaron unos metros hasta que se encontraron con un bañado típico de los días posteriores a las lluvias, y para colmo, también había una línea de abatíes que, en ese contexto, funcionaba como una especio de alambrado.
Y es en aquel momento donde los soldados aliados se encontraban atrapados en aquel bañado, llenos de lodo, con agua hasta la cintura, incómodos para disparar y sin lugar para cubrirse, vivieron el verdadero infierno. Esto demuestra el grave error de Mitre en no haber reconocido el terreno previamente.
El brigadier de la segunda columna (Carvacho) intentó tomar el mando e improvisó un viraje hacia la izquierda para “evitar” el ataque frontal que estaba aniquilando a sus hombres. Pero en vez de encontrar una solución, sólo encontró más muerte, ya que al girar a la izquierda los hizo marchar en fila de forma paralela a las trincheras paraguayas. Una suerte de puntería al blanco como si fueran patitos amarillos en una alquermes. En pocos minutos la segunda columna argentina desapareció.
La tercera columna al mando de Rivas corrió la misma suerte, porque cuando la segunda columna viró para la izquierda, se quedaron completamente solos y fueron masacrados.
“fue contenido el ímpetu del ataque por la línea de abatíes que se componía de gruesos árboles enterrados por los troncos, y que en más de treinta varas obstruían el acceso a la trinchera…fue necesario reforzar el ataque con la segunda línea de reservas parciales, comprometiendo en las dos columnas de ataque central veinticuatro batallones”…”las líneas de abatíes no han sido forzadas nunca en asalto franco, ni aun por las primeras tropas del mundo” (Mitre a Martínez. Cuartel de Curuzú, 24 de septiembre de 1866. Partes oficiales)
Mientas la segunda y tercer columna (argentinas) estaba desapareciendo, la primera columna brasilera, al mando del coronel Caldas, avanza por la rivera hacia el extremo derecho paraguayo. Caldas puedo llegar un poco más cerca de la trinchera, algunos de sus hombres pudieron ingresar y pelear cuerpo a cuerpo. Es ese momento se ordena la entra de la 3ra. División de reserva de la columna. Al avanzar, muchos de los soldados se confundieron con los de la primera línea brasilera y los atacaron. Entre esta confusión y el ataque intacto de la artillería paraguaya, la primera columna quedó prácticamente aniquilada en su mayoría.
La cuarte columna, al mando de Martínez, intentó avanzar por la derecha pero debió detenerse por las bañadas y las líneas de abatíes. Como sus compañeras, la cuarta columna se encontró con el mismo infierno.
Las noticias de la increíble victoria paraguaya no daban a basto las líneas telegráficas con Humaitá y Paso Pucú (donde se encontraba Solano López).
Fosos profundos, bañadas de agua y lodo donde en el fondo, sin verlos, se encontrabas aquellos alambres de púas naturales era el escenario de avance de los soldados argentinos. Muerte, confusión, sangre, humo, detenciones, todo lo típico en una guerra.
“Cuatro soldados sacaban a un herido corriendo entre los caídos. Uno tropezó con un caballo muerto y al caer; la manta corrida dejó ver el rostro de Dominguito Sarmiento ya sin vida, a causa de una hemorragia incontrolable producida por una bala de cañón que le llevó la mitad de sus piernas.”
“A las trincheras enemigas llegaba uno de cada diez. Saltaban por los aires trozos de cuerpos, brazos, piernas. En los charcos se hundían los heridos mezclados con escaleras, caballos y fajinas.” (Gálvez)
A las 16hs las columnas estaban detenidas y ya sin ninguna reserva. Las esperanzas se agotaban hasta que un rumor promulgó una falsa noticia. Habían dicho que las fuerzas de la primera columna, lindera al río, habían logrado ingresar en la trinchera y que estaban peleando con gran ímpetu. Otra vez cargaron armas y avanzaron los pocos hombres que quedaban vivos y fueron llevados a una muerte segura. Igualmente hubo algunas peleas cuerpo a cuerpo con sable y revolver. Pero los paraguayos lograron resistir en su posición firmemente.
El general Alejandro Díaz se paró sobre un tronco a diez metros de las trincheras y fue muerto al instante. El coronel Sussini, solo, con la bandera argentina, se paseaba entre sus camaradas muertos. Pancho Díaz, el hijo del vicepresidente Marcos Paz, fue muerto de un fusilazo a cuatro metros de la trinchera. De esta manera, el avance aliado se fue, literalmente, desangrando hasta no quedar nada. Al caer la tarde Mitre ordenó la retirada.
La retirada fue ordenada en algunas columnas y en otras, como la primera, fue con escenas de pánico y desorden. Los paraguayos esperaron que las tropas se alejasen lo suficiente, cesaron el fueron y avanzaron sobre las pilas de heridos para quitarles armas, ropa y municiones. Le preguntaban si podían caminar, y los que decían que no, eran exterminados en ese mismo lugar. Quinteros, militar argentino, yacía herido en los bañados con una pierna destrozada, y cuando un soldado paraguayo le hice la pregunta, Quinteros, sabiendo el resultado de la negativa, se paró como pudo para salvar su vida. Muchos soldados paraguayos se vistieron con las ropas de los soldados muertos.
Fuentes primarias:
Cartas del Capitán Argentino Francisco Seeber que participó de la batalla:
“El suelo estaba teñido de sangre, el agua enrojecida por la abundante cantidad que corría de los cuerpos de miles de muertos y heridos. Las ayes de los que sufrían dolores agudos con el tronar incesante de los cañones enemigos, que aumentaban el número de las bajas, los batallones en esqueleto y deshechos, daban al conjunto un aspecto pavoroso.”
“El 6° tuvo a su jefe Luis María Campos herido de un pie, no desmintiendo su fama conquistada de valor y previsión en el momento de la pelea, Su caballo fue muerto durante el combate. Cuando lo embarcaron buscó sus botas y se puso furioso con el ayudante Balza porque creía que se las había llevado. Hay que advertir que el pie de éste tiene el tamaño de dos de Luis María.”
“Uno de los espectáculos más tristes fue la muerte del teniente Darragueira, del 3° de Guardias Nacionales. Estaba recostado contra una palmera, una bala de cañón le llevó la cabeza junto con un pedazo de tronco de árbol y el cuerpo quedó un momento parado antes de caer para siempre.”
“Vi a Sarmiento muerto, conducido en una manta por cuatro soldados heridos: aquella faz lívida, llena de lodo, tenía el aspecto brutal de la muerte. No brillaba ya esplendorosa, la noble inteligencia que en vida bañó su frente tan noble; apreté su mano helada y siguió su marcha ese convoy fúnebre que tenía por séquito el dolor y la agonía.”
“Seguía el casi cadáver de Francisco Paz; oscilaba con el movimiento del paso vacilante e interrumpido por el cansancio de los conductores, el cabello le caía desgreñado sobre la frente, los ojos entreabiertos y vidriosos, los labios contraídos y cárdenas, a la distancia parecía sonreír; era la sonrisa de la próxima muerte, última expresión de una vida de esperanzas que se evapora al momento.”
“Vi entonces a Martín Viñales destilando sangre por una hemorragia sin tregua que se escapaba por tres heridas: le grité estúpidamente: ¿Herido? Contestome con entrecortado acento: “No es nada, un brazo menos, la Patria merece más…”
Crónica del general paraguayo Resquín:
“cuando las fuerzas del ejército aliado se retiraron en completa derrota, dejaron en el campo de más de ochomil cadáveres e innumerables heridos, sin contar los que pudieron recoger”. Las bajas paraguayas las sitúa en “un jefe, tres oficiales y diecinueve hombres de tropa muertos, alcanzando los heridos a siete oficiales y setenta y dos hombre de tropa”
El presidente Argentino y general en jefe de las fuerzas aliadas, Mitre:
“Nuestras pérdidas han sido considerables y sensibles…las computo en tres mil (en realidad fueron tres veces más) entre muertos y heridos” ...” Por parte del ejército argentino se comprometieron diez y siete batallones en el asalto, cayendo muertos o heridos la mayor parte de los jefes que los condujeron” (Ibidem)
General Emilio Mitre (Hermano del Presidente):
“V.E. sabe los prodigios de inaudito valor que los cuerpos todos del ejército hicieron en esta jornada. Es pues, inoficioso que el que firma haga de ellos elogios tan justamente merecidos. Basta dejar establecido que de los tres Batallones de este 2° Cuerpo que cargaron sobre la trinchera, solo ha quedado en aptitud de combatir una tercera parte de cada uno de ellos, para probar el denuedo y la bravura de que se hallaban animados, y dieron sangrientas pruebas Cuando a las tres de la tarde, próximamente, ordenó usted la retirada, estos tres bizarros cuerpos se retiraron en el mayor orden posible, a pesar de estar ya muertos de o heridos sus jefes y oficiales”
Domingo Faustino Sarmiento:
“Solo Mitre ha podido hacer perecer a tanto argentino…no se pregunta quien murió sino quien vive...causa lastima salir a la calle”. “El desastre brutal que reveló la incapacidad del general en jefe (Mitre) que solo por su parte oficial hubiera sido fusilado por un consejo de guerra."
No hay un número exacto de las bajas de la batalla. Garmendia habla de 1700 muertos y 1200 heridos entre argentinos. Thompson asegura que fueron 9.000 entre muertos y heridos. Gálvez dice que fueron 2000 argentinos y 2000 brasileros. Felix Best propone 2000 bajas argentinas. Beverina dice que fueron más de 3.000, y de esos, 2000 argentinos. Las bajas paraguayas fueron alrededor de 92 hombres, en una gran coincidencia entre historiadores.
Más allá del dato de las bajas, lo que llama más la atención es que todo pasó en 4 horas.
Reflexiones:
¿Cómo puede ser que se intente ganar una posición defensiva con un ataque frontal de infantería, sin haber neutralizado su artillería y sin poder flanquear?
Claramente, una error básico de táctica militar que nunca se puede dar en un ejército bien organizado y bien dirigido. Algo que, sumado a una mala comunicación, desencadenó la peor batalla de la historia del ejercito argentino.
El ataque sería en conjunto con la armada brasileña. La misma, debería neutralizar la artillería paraguaya, y luego, dar la señal para que la infantería argentina (al mando del presidente Mitre) terminara de tomar la posición en un combate hombre a hombre.
Pero los problemas comenzaron temprano. La escuadra brasilera nunca cumplió con su objetivo de neutralizar a la artillería, sin embargo, dio la señal a Mitre de pasar a la segunda etapa del ataque.
El avance por tierra por parte de la infantería con 8000 hombres avanzó en manera frontal con bayonetas y armas portátiles de un sólo tiro sobre un puesto de defensa bien definido, con artillería intacta y en altura. Un pasaje a la muerte segura.
Mitre cometió el gran error de no haber realizado un reconocimiento del terreno. El mismo estaba lodoso y lleno de bañadas. En vez de esperar más días para que se secara la zona, hizo avanzar a sus hombres a una “arena movediza” que sólo sirvió para que los paraguayos tuvieran objetivos de tiro casi inmóviles. Luego, se ordenaron más ataques sobre el mismo camino, lo que generó, que además del lodo, el agua y las ramas con púas, ahora les obstaculizaban los cadáveres de sus compañeros. Una escena psicológicamente terrorífica.
A su vez, el clima no permitió, a las reservas de Curuzú y a la caballería uruguaya, poder flanquear por la derecha. Por lo tanto, no hubo flanqueo por un costado, efecto pinza o envolvimiento. Son esas las acciones necesarias para que un ataque frontal tenga éxito. Sin estas ayudas, cualquier ataque frontal, por más que triplique en número de infantes, termina en catástrofe.
Poco se habla del porqué el almirante brasilero Tamandaré dió esa información errónea. ¿Realmente creyó haber neutralizado la artillería paraguaya? O ¿No importaba mucho perder más vidas en un ataque frontal con artillería intacta? Esto tuvo la grave consecuencia de que Mitre lanzara a su ejército directo a una supuesta trinchera a medio destruir. Igualmente después, y ya sabiendo la situación , decide volver a atacar varias veces. Y eso terminó de bañar toda la infantería con una gran ola de sangre.
Quizás, y luego de la reunión con Solano en dónde este pidió una solución pacifica, Mitre sintió débil al enemigo y se apuro en desarrollar la batalla final buscando la victoria rápida de la triple alianza. Era una oportunidad tentadora y que claramente quedaría en la historia. Por eso no dudó en dirigir él mismo la batalla para encontrar un reconocimiento como militar y político. Iba a quedar en la historia como el Presidente que dirigió la batalla victoriosa contra el temible dictador paraguayo.
Mitre se apresuró en atacar una defensa que parecía débil y no lo estaba, en confiar en la escuadra brasilera que no hizo su parte del plan, en avanzar en un terreno que no estudió, en que era la batalla final y no lo era. La ansiedad le causó no tener el control necesario para librar una batalla. Nunca más Mitre dirigió una batalla en su vida. Fue la primera y la última.
Curupaytí quedará en la historia cómo el reflejó de lo que representa y su consecuencia. Donde presionados por potencias exteriores, traicionamos y humillamos a nuestro hermano pueblo del Paraguay.
Europa consideraba que ellos tenían las fábricas y nosotros la materia prima para exportar. Ante el crecimiento industrial de Paraguay, Europa vio amenazado su monopolio comercial. Utilizó la dependencia económica sobre Argentina, Uruguay y Brasil para utilizarnos, buscar una excusa de limites, y así, hacer el trabajo sucio para ellos.
No sólo nos merecíamos perder esa batalla de manera humillante, sino que también nos merecíamos haber perdido la guerra. Pero lo que no nos merecíamos, era que tantas vidas sudamericanas se pierdan. Y ni siquiera por una disputa con nuestro vecino, sino por la manipulación económica de potencias europeas que tenían recelo del crecimiento económico de Paraguay.
No hay comentarios:
Publicar un comentario