Rosas era descendiente de un noble español: El conde Domingo Ortiz de Rozas. El mismo, logró ser gobernador del Río de la plata (1741-1745) y gobernador de la capitanía de Chile (1746-1755). Por lo tanto, su familia ya venía acostumbrada al dinero y al poder.
A los 13 años participó activamente en la defensa de Buenos Aires y fue reconocido por su valentía.
Era un exitoso estanciero de la provincia de Buenos Aires que nunca se había involucrado en la política hasta 1820. Ese año, comenzó la anarquía en las provincias del sur. Cada una era prácticamente un estado independiente que defendía sus intereses a la fuerza.
El límite entre Santa Fé y Buenos Aires era el más caliente de todo el territorio nacional. La zona fértil de la pampa generó disputas de frontera entre ambas provincias generando famosas batallas.
Al verse amenaza la provincia de Buenos Aires y sus tierras, el gobernador (Martín Rodríguez) pidió ayuda a su amigo, el estanciero Juan Manuel de Rosas.
Rosas, con su fortuna, formó un ejército propio: “Los colorados del Monte”. Los mismos nacieron para defender sus estancias de los pueblos originarios pero luego terminaron participando de los enfrentamientos con Santa Fé. Además, aportó 30.000 cabezas de ganado para tratados de paz.
Así comenzó su participación en política, defendiendo con armas las tierras fértiles de su provincia. Sin embargo, sería la consecuencia de la Guerra con el Brasil (1825-1828) lo que le dará su entrada oficial y estadía definitiva en la política.
La Guerra con el Brasil fue ganada en el campo de batalla por la Argentina. Pero esto no le convenía a Inglaterra. De esa manera, un país tendría el control total del río de la plata. Argumentando una mediación en favor de la paz, los ingleses presionaron para que se creara un nuevo país. Ambos países terminaron aceptando y así nació la República Oriental del Uruguay.
Inglaterra creó este nuevo estado apoyando a Rivera como presidente (liberal/colorado). Y del otro lado del río, apoyó el golpe de estado de Lavalle (liberal/ unitario) contra el gobernador Federal Dorrego. De esa manera, en 1828, Inglaterra y Francia lograron su objetivo: Gobiernos liberales a fines a ambos márgenes del río.
Sin embargo, este desastroso arreglo para la Argentina (haber perdido la banda oriental) y el fusilamiento de Dorrego, generó una profunda crisis política que Lavalle no pudo manejar. La posibilidad de perder la unión de las provincias del sud, con consecuencias nefastas para el comercio exterior, era muy factible. Esto no sucedió gracias a un sólo hombre: Juan Manuel de Rosas.
Rosas era el terrateniente más poderoso de la provincia de Buenos Aires (y era socio del hermano de Dorrego). Se dedicaba a la explotación ganadera, saladero de pescado y exportación de productos varios en la estancia. Tenía excelentes vínculos comerciales con Inglaterra desde toda la vida. Fue él mismo, en persona, quien interfirió para que la crisis política interna no creciera. Se reunió con Lavalle para llegar a un pacto y así lograr la paz. Y además, se reunió personalmente con los comerciantes inglesas para convencerlos de que había estabilidad y que el comercio con estas tierras seguía siendo seguro y confiable. Gracias a su excelente habilidad política, logró ambos objetivos. Por algo lo bautizaron: “El restaurador de las leyes”.
No había mucho más que pensar, era el candidato ideal a gobernador de su provincia. Asumió en 1829 y su influencia fue total sobre el territorio hasta 1852.
Rosas se declaró un ferviente Federal en lo político, sin embargo en lo económico, era más bien flexible, y por momentos, un extremo unitario. Esta ambigüedad le permitió reconocerse entre las masas populares (peones, gauchos y caudillos) y al mismo tiempo, con los terratenientes ricos y finos de Buenos Aires.
Por un lado, desarrolló su facción federal: Confeccionó la Confederación argentina que le brindó la tan deseada autonomía a las provincias lideradas por caudillos. Las mismas, poseían sus ejércitos, moneda, leyes y solamente (y no porque fuera poco) le designaban a Rosas la representación exterior. Eran estados autónomos unidos con una misma representación exterior.
Creó la “ley de aduanas”, infringiendo impuestos a productos importados que se producían en la confederación. Y bloqueó la navegación de los ríos para barcos extranjeros que no tuvieran permiso. Ambas medidas pasaron a la historia como un claro símbolo de soberanía.
Y por otro lado, desarrolló su lado Unitario: Para gobernar, exigió poderes extraordinarios. Todo tenía que pasar por él. Al ser el único representante de la confederación con el exterior, exigió que sólo el puerto de Buenos Aires pueda comerciar con Europa. De esta manera, las demás provincias se vieron obligas a exportar pagando los aranceles de la aduana de Buenos Aires.
Y con respecto a la “ley de aduanas”, el dinero del impuesto a los productos extranjeros, se quedaban en la aduana de Buenos Aires. O sea, por un lado, permitía el ingreso de la mercadería (lo que ya generaba un ingreso a la aduana de Buenos Aires) pero además, se generaba otro ingreso por el impuesto de “la ley de aduana” que también quedaba en la aduana de Buenos Aires.
Pero para que el centralismo en el puerto de Buenos Aires se cumpliera, debió bloquear la libre navegación del río de la plata. Para lo que tuvo que buscar influenciar en la naciente República Oriental del Uruguay liberal creada por Inglaterra y lleno de Unitarios opositores. Para eso, apoyó un golpe de estado de Oribe (blancos/ federales). Lo que dio comienzo a la Guerra Grande entre 1838-1852.
Esa guerra estuvo marcada por bloqueos ingleses y francés al puerto de Buenos Aires y bloqueos de la confederación al puerto de Montevideo, donde se encontraban Rivera, los colorados y unitarios argentinos sitiados por Oribe.
En ese conflicto (por el control de la navegación y el comercio del Río de la plata) se libró la famosa (pero poco importante) batalla de “Vuelta de Obligado”. También se sumaron otras potencias europeas, como Italia, la cual trajo al famoso Giuseppe Garibaldi a pelear en nuestras tierras del lado de los liberales.
Los intereses europeos cambiaron rotundamente sobre estos pagos en el trascurso de las revoluciones de 1848. Los nuevos gobiernos consideraron que el conflicto del río de plata les traía más problemas que beneficios económicos y firmaron un tratado de paz que favorecía Rosas y su control de los ríos.
Esta falta de interés por parte de las potencias europeas sobre el río de la plata, inició una escalada violenta contra Rosas, a tal punto, que su amigo y General federal, Urquiza, se proclamó líder de la oposición.
Justo José de Urquiza invadió Uruguay donde derrotó a Oribe (aliado de Rosas). Se reunió con los unitarios y los colorados de Montevideo. Consiguió apoyo del imperio del Brasil (también perjudicado por los tratados) y desembarcó en Buenos aires en 1852. En Caseros, se libró la famosa batalla y Rosas fue desterrado del país. El liberalismo volvió a triunfar en las aguas frías del sur.
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