viernes, 19 de mayo de 2023

Los Pellegrini (Padre e hijo)


Charles Henri Pellegrini y su hijo Carlos, futuro presidente de la Argentina.

Bernandino Rivadavia, durante su corta presidencia (1826-1827), intentó realizar muchos cambios. Entre ellos, construir un verdadero puerto en Buenos aires. 

Para eso, se contactó con Juan Larrea (Ex miembro de la primera junta) que vivía en Burdeos-Francia ejerciendo el cargo de cónsul, para que le consiga un ingeniero hidráulico.

Larrea contrató a un joven Francés llamado Charles Henri Pellegrini que arribó en Buenos aires en 1828.

Para su mala suerte, fue un año de muchos conflictos políticos: Rivadavia había renunciado a su cargo de presidente, se perdió la guerra con Brasil y Lavalle había fusilado a  Dorrego. La inestabilidad era total.

Había un gobierno provisorio a cargo de Viamonte, que claramente tenía otras prioridades antes que la construcción del puerto de Buenos Aires y canceló el proyecto. Charles Henri Pellegrini apenas pudo trabajar unos meses para el reconocido Ingeniero ingles James Bevans en el Departamento de Ingeniería Hidráulica y luego se quedó sin trabajo.

Ante la imposibilidad de trabajar como ingeniero, Charles se las empezó a rebuscar con un don oculto: La pintura.

Comenzó haciendo retratos por poco dinero y luego  se vinculó con el litógrafo César Hipólito Bacle  que era el dueño del "Taller de Litografía e Imprenta del Estado". Entre 1830 y 1835 pintó cerca de 500 retratos. Hasta retrato a Rosas. Algunos de sus cuadros se exponen actualmente en el Museo Nacional de Bellas Artes.

Bacle era antirosista, y por lo tanto, perseguido por la mazorca. Fue preso y finalmente murió por torturas. Su muerte fue una de las causas aducidas para justificar la intervención francesa de 1838.

Ante esta situación, Pellegrini pausó su labor como retratista y litógrafo por miedo a que le pasara lo mismo que a su compañero.  Se compró la estancia "La Figura" en Cañuelas y se dedicó a la vida de campo.  Tendría que esperar hasta después de la batalla de Caseros (la que alejó a Rosas del país en 1852) para volver a lo suyo como ingeniero.  Su principal trabajo fue la edificación del antiguo Teatro Colón y el diseño de los planos para dotar de agua corriente a la ciudad de Buenos Aires.


Pinturas de Charles Henri Pellegrini en el Museo de Bellas Artes


   
Retrato para Juan Manuel de Rosas (1833)



En 1840, luego de la muerte de su antiguo jefe en el Departamento de Ingeniería Hidráulica (James Bevans) la familia del mismo entró en una profunda pobreza. La viuda y sus hijas, tuvieron la necesidad de dar clases de inglés y de vender las  antiguas herramientas de ingeniería de su padre para poder subsistir. Cuando Charles Henri se enteró de esta situación, no dudo en ir a comprar alguna herramienta para colaborar con la familia de su ex jefe. Fue ahí, donde conoció a su hija, la be­lla Ma­ría Be­vans Bright.

En 1841 se casaron y en 1846 nació Carlos Enrique José Pellegrini. O más conocido como Carlos Pellegrini, Presidente de la República Argentina entre 1890 y 1892. Fue el primer presidente, hijo de inmigrantes.


Charles Henri Pellegrini en el centro, rodeado de su mujer, su cuñada y sus hijos. Detrás de él, en lo alto, el futuro presidente Carlos Pellegrini. 

Desde pequeño, a Carlos Pellegrini le hablaron en inglés y francés. Se cree que primero aprendió esas lenguas antes que el español. Se notaba en su tono al hablar, por eso su apodo “El Gringo” creado por sus compañeros del Nacional de Buenos Aires.

A los ocho años de edad, comenzó a estudiar en la escuela de su tía Ana (Reconocido colegio ingles del barrio de Belgrano). Luego, ingresó a la Facultad de Derecho, pero en 1865 debió incorporarse al ejército para participar de la guerra de la triple alianza contra Paraguay donde tuvo una destacada participación.


Carlos Pellegrini en la Guerra de la Triple Alianza, el más alto detrás de Dominguito Sarmiento.

Al volver de la guerra, terminó sus estudios y se recibió de abogado en 1869. Rápidamente, y gracias a los contactos de su padre, comenzó a trabajar en el estado como subsecretario del Ministerio de Hacienda durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento (1868-1874).

 Pero su sueño, era participar del Congreso.

Se postuló como diputado en 1871 y 1872 pero fracasó en ambas. Costaba mucho ser electo en épocas donde no existía el sufragio secreto y universal. Fue una época de mucha frustración para él.

Recién, al finalizar el gobierno de Sarmiento,  logró conseguir su lugar en el tan deseado Congreso. Fue el diputado más joven en la historia argentina con 26 años.

En esos años, la vida le había brindado la oportunidad que tanto buscó en la política, pero al mismo tiempo, le quitó a su padre que murió en 1875.

Los Pellegrini se despidieron hasta un nuevo encuentro.

Carlos Pellegrini descansando con amigos.





jueves, 18 de mayo de 2023

Whitelocke no sólo perdió Buenos Aires, también su trabajo.

Caricatura de Whitelocke que se publicó en Londres donde unos niños tambores le desgarran el traje y el demonio le ofrece un arma para que se suicide.  


Al atardecer del 5 de julio de 1807, los ingleses se rendían en Plaza de mayo ante Liniers. La defensa, liderada por Álzaga, fue un éxito. Al general inglés, John Whitelocke, no le quedó otra que rendirse.

Para nosotros, acá termina el capítulo de las invasiones inglesas en nuestra historia. ¿Pero qué pasó en Inglaterra luego de su derrota?

Al volver a su hogar, los responsables de no tomar Buenos Aires, tuvieron que dar explicaciones ante un consejo de guerra a partir del 21 de enero de 1808.

El fiscal del mismo, fue Richard Ryder, quien declaró: “La expedición al mando de Whitelocke fracasó completamente…lo que ha desvanecido todas las esperanzas que se abrigaban de abrir nuevos mercados a nuestras manufacturas.”

Estas palabras, al inicio del juicio, dejan bien en claro el propósito de las invasiones inglesas en el río de la plata: Robarle a España sus colonias y anexarlas a sus rutas comerciales incipientes.

A lo que Whitelocke respondió: “Esperaba encontrar una gran porción de habitantes preparados a secundar nuestras miras. Pero resultó ser un país completamente hostil.”

En la respuesta del General, se ve reflejada la expectativa inglesa. Para ellos, los vecinos de Buenos Aires los iban a apoyar porque era mejor ser parte del exitoso imperio ingles que del decadente imperio español. De hecho, la orden era no disparar a los vecinos, sólo a los soldados españoles.

Los ingleses ya comerciaban ilegalmente (contrabando) con los vecinos de Buenos Aires hacía varios años tras el abandono total por parte de España. Por lo tanto, pensaron que iban a recibir el apoyo necesario de sus vecinos contra las autoridades españolas gobernantes.

Lo confirma esta declaración de Whitelocke en el juicio: “…Había considerado estéril entrar a fuego en la ciudad y había preferido una confrontación directa con los soldados españoles.”

Pero estos vecinos, los que tenían vínculo con ellos, eran pocos: la elite.

La elite de Buenos Aires compartía muchos ideales, en lo comercial y en lo político, con los ingleses. El modelo ingles era el ejemplar, pero eso no significaba que estarían dispuestos a ser una colonia de ellos. La elite de Buenos Aires buscaba la independencia de España pero con el apoyo de Inglaterra y no con el anexo.

Finalmente, los vecinos de Buenos Aires atacaron ferozmente a las tropas británicas (que no se defendieron en un comienzo) antes de llegar a la plaza para enfrentarse a los españoles. Durante esta primera etapa en la entrada a la ciudad, Whitelocke perdió más de la mitad de sus hombres entre bajas y prisioneros.

Ante la sorpresa de rechazo por parte de los vecinos, la desmedida distribución de sus tropas, la mala comunicación y la cantidad de bajas, decidió rendirse. El plan original no se estaba llevando a cabo, los habitantes de Buenos Aires no mostraban interés en ser parte del imperio Ingles.

Y reconoció: “Pude haber errado en adoptar un plan que ha dado malos resultados. Por confiar en él, pude haber dejado de tomar toda la precaución necesaria, y que habría tomado de prever la resistencia que se nos opuso.”

En el juicio se lo culpó de:

-Haber exasperado los ánimos de la población porteña al exigir la entrega de empleados civiles en calidad de guerra.
-Haber mandado dividir las fuerzas y hacerlas entrar en la ciudad con las armas sin cargar.
-No haber socorrido a las divisiones que se hallaban acorraladas en Buenos Aires.
-Haber capitulado de manera de perder las posiciones conquistadas en la ciudad y aún la plaza de Montevideo, «que se hallaba suficientemente guarnecida y provista contra un ataque».

El 18 de marzo de 1808 fue la sentencia:

El tribunal lo declaró culpable de todos los cargos mencionados, con excepción del segundo en la parte que se refiere a la orden de llevar armas sin cargar.
Lo que más les molestó a los ingleses, no fue que se haya rendido en Buenos Aires, sino que haya entregado Montevideo.
Finalmente, el Gobierno inglés lo dio de baja y lo declaró “Inepto e indigno de servir a S.M. en ninguna clase militar”.

Vivió en el retiro hasta su muerte el 23 de octubre de 1833.