A los personajes históricos los dividimos entre héroes y villanos; las guerras entre “los buenos” y “los malos”, como si fuera un cuento o película. Y creemos que tenemos que estar de un lado o el otro para definir nuestra “ideología” ante los demás. Y esto, está mal.
En la historia no hay “buenos”, “malos”, “héroes” o “villanos”
Los personajes históricos son
seres humanos que lidiaron con una realidad que les tocó vivir en una época determinada
y que, claramente, cometieron aciertos, equivocaciones, apostaron, se
arriesgaron, creyeron, desconfiaron al igual que cualquier persona. Básicamente,
hicieron lo que pudieron creyendo que estaban haciendo lo mejor para su causa dentro
de los paradigmas, herramientas y avances de su época.
Criticamos decisiones pasadas como si fueran tomadas en el presente
No tenemos en cuenta todo el
cambio político, tecnológico, social, económico que nos separan con aquellas
decisiones u opiniones. No podemos exigirles haber tenido en cuenta derechos o ganados
por la humanidad después de muertos.
Los cambios son procesos que llevan tiempo
Lleva años que una idea o derecho
se acepten y se asienten en la sociedad. Ningún invento se empezó a usar el
mismo día. Llevó años de mejoras, patentes, pruebas, prototipos hasta llegar a
un modelo económico y acorde para el uso de la comunidad. Lo mismo pasa con los
cambios de pensamiento en la historia de la humanidad.
Les exigimos a los próceres ser inmaculados cómo un santo
Cuando les encontramos algún
error o crítica nos sentimos decepcionados y los atacamos. Como si esperáramos
de ellos lo mismo que esperamos de un santo inmaculado. Eran seres humanos, no
dioses. Cometemos el error de santificar la historia como si estuviéramos
leyendo la biblia. Los personajes históricos no buscaban ser el ejemplo de nadie.
Criticamos sus decisiones
No entendemos que uno siempre
comete errores para otros, porque cuando uno toma una decisión, no está tomando
otras. Tenemos prioridades y todas nuestras decisiones tienen consecuencias.
Por ejemplo, vamos a trabajar en
auto, sabemos que contaminamos el ambiente, pero decidimos la prioridad de
viajar cómodos y rápido. Imagínense que en un siglo, cuando avance el paradigma
ecológico y ya no existan los autos a combustión, nos critiquen por avalar la
contaminación del ambiente ¿Sería justo?
Hay que entender que nosotros
sabemos cómo termino todo pero ellos no. Sus decisiones tenían que cubrir mil
escenarios posibles.
Ese modo de interpretar a la historia no es de la historiografía, es de
la política.
Los gobiernos utilizan la
historia para adoctrinar políticamente a los niños en los colegios, y así,
crear ciudadanos acorde a la ideología dominante.
Por un lado, es entendible esta manera
porque es más fácil que la entiendan los niños. Se contempla la figura de héroe
y villano. San Martin es el héroe y los españoles los villanos. Y ese héroe
tiende a tener características de santo. A San Martin lo bautizamos “el santo
de la espada” como si fuera una figura inmaculada. Luego, la política continúa con este método
infantil porque es más fácil para manipular el voto de los adultos.
Esta manera de ver la historia no
es la correcta, y lamentablemente, muchos la arrastran cuando intentan hablar
de historia ya grandes.
La historiografía busca entender
el pasado descifrando las causas y consecuencias de procesos históricos que
forjaron nuestra humanidad. Su trabajo no es juzgar el pasado buscando “culpables”
u “héroes” sino entenderlo para comprender el presente.