Ganimedes era un príncipe troyano.
Sus días de juventud los pasaba cuidando el rebaño de su padre y aprendiendo de
sus maestros. Pero Ganimedes no era un joven común y corriente. Su belleza
llamaba la atención, de tal manera, que los mismos dioses lo habían notado. Rápidamente se inició una competencia entre
los habitantes del Olimpo para saber quién iba a poseer al joven. Zeus, utilizando su poder y estatus, no permitió
que otro ganara.
Convertido en águila, Zeus voló
sobre la Tròade y lo secuestró agarrándolo fuertemente con sus garras. Desde el reino de Troya, lo llevó al Olimpo y
lo convirtió en su copero y amante.
A diferencia del cristianismo,
donde Jesús es perfecto y los pecadores son sus discípulos, en la antigua Grecia
los dioses tenían las mismas debilidades que los hombres. En este mito, vemos
la naturalidad con la que los antiguos griegos ven a la homosexualidad.
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