martes, 26 de julio de 2016

Pina: Un tren de sensaciones.




Me acuerdo perfectamente cuál era mi concepto de la danza antes de ver por primera vez una coreografía de Pina Bausch. El baile era algo bello para mí, pero lejano, un arte caprichoso. Podía entender cierta complejidad en los movimientos pero mi ignorancia técnica me dejaba un vacío enorme a la hora de la apreciación. Un vacío que no lograba llenar.

Siempre culpé a mi ignorancia técnica como la única responsable de no dejarme disfrutar totalmente del arte de la danza. Quizás por eso, mi lugar de espectador siempre estuvo en un rincón frío, distante e insípido. Con la vergüenza de sentir que era yo el que no lograba entender de qué se trataba.

Pina logró cambiar todo eso en tan sólo segundos. Pina desnudó a la danza clásica, y me desnudó a mí, con la suya. Las coreografías no duraban mucho, pero lograban decir todo, absolutamente todo. Nunca me imaginé que el cuerpo en movimiento podía transmitir las sensaciones más profundas del ser humano, de una manera tan simple, directa y sin necesitad de algo más.

Pero lo más interesante de todo, y donde claramente vive su arte, es su técnica de baile. La misma es tan original, que uno piensa que están bailando mal. Hasta que en pocos segundos, todo se torna increíblemente bello. No es a lo que nos tiene acostumbrados la danza clásica o contemporánea tradicional. Es vanguardia pura. Son movimientos espásticos y delicados al mismo tiempo. Nunca vi algo semejante, hasta diría, que para muchos, no se puede considerar un baile. Sin embargo, su arte nos obliga a estrellarnos con el amor, el miedo, el dolor, la nostalgia, tan rápidamente, que logar exponernos como seres humanos en muy pocos segundos y sin consultarnos absolutamente nada.  Una experiencia emocional con uno mismo.

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