Charles Chaplin nos regaló, en 1921, uno de los primeros largos de la historia del cine. “El Pibe” dura unos 65 minutos de pura emoción y humanidad.
Sin lugar a dudas, su pasado circense y teatral, le dió las bases para
poder expresar emociones sin sonido alguno. “El Pibe” es justamente eso, una
hora donde Chaplin nos enseña cómo expresar todos los posibles sentimientos sin decir una sola palabra. Logra que nos olvidemos del
poder del discurso y que nos centremos en darnos cuenta que la famosa frase: “Una
imagen vale más que mil palabras” es autentica, verdadera y tan humana como
respirar. La expresión corporal es el idioma internacional (y el único idioma humano).
Aprendimos a expresar nuestros sentimientos y nuestros reclamos con actos,
miradas y actitudes, antes que con
palabras o símbolos escritos. Chaplin lo va a
explotar en el cine en su estado máximo.
EL argumento es otra perlita en esta gran película. Una
frustrada actriz (Edna Purviance), desesperada ante su infortunio económico,
decide abandonar a su hijo (Jackie Coogan) para que lo encuentre una familia
rica. Pero por esos cambios de la vida, el niño no cae en manos de esa familia
rica, sino que es adquirido, por accidente, por unos ladrones. Los mismos, al
darse cuenta de la situación, abandonan al bebé en un barrio muy humilde. Aquí
aparece el vagabundo (Charles Chaplin) que, casi sin buscarlo, se hace cargo de
él y lo cría como su hijo a pesar de la pobreza en la cual vive.
La ironía es que la madre
decide abandonarlo porque cree que sin dinero no puede criar a un hijo.
El vagabundo, le va a demostrar que un niño se puede criar sin dinero, pero
nunca sin amor.Ambos hacen un equipo que enfrenta, día a día, los obstáculos
de una sociedad que parece no tener lugar para los marginados. El vagabundo le
enseña a trabajar en equipo donde él romper vidrios y el vagabundo los arregla.
Le enseña a defenderse, cuando el pibe se pelea con un brabucón. Le enseña a
defender su relación a pesar de que el estado y la policía lo vean como algo
ilegal. Esto se representa en la secuencia cuando el policía y el empleado
municipal le quitan el niño al vagabundo. La imagen del niño llorando y con
gestos de desesperación es tan fuerte y tan emocional que llega a todos los
humanos y culturas del mundo. Por este motivo, el vagabundo decide, a pesar de
todo, ir a buscarlo y quedarse con él (La pelea que la madre no se animó a
librar). Básicamente, el vagabundo hizo de un bebé abandonado sin futuro, un
niño formidable, bien educado, con ganas de vivir y todo sin dinero.
Finalmente, la madre se convirtió en una actriz famosa y
adinerada, pero infeliz, porque sentía la culpa de haber abandonado a su hijo.
La vida le había dado una gran lección, ya que abandonó a su hijo por la falta
de dinero, y ahora, era lo que ahora le sobraba. Pero de nada servía ser famosa
y millonaria sin su hijo. ¿Qué es ser rico en esta vida?
Al final, la madre termina reencontrandose con su hijo, y este, para no dejar
al vagabundo sólo, lo adopta con amor. Una manera de devolverle su acción. Al final,
será el niño quien salve al vagabundo.
Muchas técnicas nuevas se usaron para filmar el film. Efectos
especiales, escenografía y luces. Planos fijos donde abundan los planos cortos.
Las actuaciones son formidables, y el niño, se roba la película con su picardía
y ternura.
“El Pibe” es una película que logra exponer todos nuestros
sentimientos en cada una de sus escenas. Por momentos Chaplin apela a la conmoción,
al amor, a la desesperación, al odio, a la tristeza…a la empatía. ¡Eso es!
Chaplin apunta a la empatía del ser humano: “Un sentimiento de participación
afectiva de una persona en la realidad que afecta a otra”. Chaplin logra que
nos sintamos humanos con ese niño abandonado y lo experimentemos a través del cine. Quizás su cine sea una
reivindicación al efecto de catarsis que lograba el teatro griego en sus
espectadores. Un homenaje al teatro clásico o un homenaje a su teatro querido, dónde en su terrible infancia, fue la actuación quien lo adaptó y le dió una nuevo rumbo en su vida.
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