martes, 26 de julio de 2016

La crisis en el imperio antiguo egipcio


Por lo tanto, los periodos de centralización son cuando las provincias están unidas bajo un mismo estandarte político, militar, religioso y económico, encabezado por la figura del Faraón, y los periodos de descentralización, cuando las provincias son autónomas.
-Imperio antiguo (2778-2300ac) Centralización. Dinastías III, IV, V y VI
-Primer periodo intermedio (2300-2050ac) Descentralización. Dinastías VII, VIII, IX y X
-Imperio Medio (2050-1778ac) Centralización. Dinastías XI y XII
-Segundo Periodo intermedio (1778-1567ac) Descentralización. Dinastías XIII, XIV, XV, XVI y XVII
-Imperio Nuevo (1567-1085ac) Centralización. Dinastías XVIII, XIX y XX
-Tercer periodo intermedio: (1085-650 ac) Descentralización. Dinastías XXI, XXII, XXIII, XXIV y XXV
-Periodo tardío: (650-323ac) Sometimiento asirio, persa y momentos de independencia. Dinastías XXVI, XXVII, XXVIII, XXIX, XXX y XXXI
-Periodo Helenístico (323-30ac) Macedónico y Ptolemaico
-Periodo Romano: (30ac-337dc)
Para que la civilización egipcia se desarrolle con esplendor, es vital el control del Nilo, ya que este es el único medio de vida en semejante desierto. No se podría pensar en un pueblo, y mucho menos en un imperio egipcio, sin el Nilo.
Pero el control del mismo no es fácil. El Nilo tiene grandes crecidas, que si no son controladas, pueden ser catastróficas para sus cultivos. El objetivo era poder mantener un nivel de inundación controlado para poder formar la capa de limo necesaria para el cultivo. Por eso desarrollaron un sistema de diques y canales a lo largo de todo el río.
Este control del Nilo, mediante un sistema de diques y canales, fue llevado acabo por todas las provincias. Cada una poseía a su nomarca, o Adj-mer, que era el funcionario que administraba los diques y canales de su provincia. Una especie de gobernador ingeniero. Aquí vemos la importancia del Nilo para los egipcios, donde el gobernador de la provincia era el encargado de controlar la crecida de su porción del Nilo. Porque si una provincia no controlaba su porción del Nilo, significaría un desastre para la próxima provincia y así se desarrollaría un efecto domino catastrófico para los cultivos de Egipto.
Este nomarca obedecía al Faraón y le pagaba tributo en granos. Estos tributos viajaban a la capital y se depositaban en grandes estructuras. Era el llamado “tesoro central”.
De este tesoro central se beneficiaban la familia real, los funcionarios, el clero y el ejército. También funcionaba como reserva para épocas de sequías. Era el excedente necesario para el desarrollo de toda civilización.
La administración de estos tributos y reservas, con relación a cada provincia, era controlada por el Visir.
Hasta aquí vemos como funciona el Egipto organizado, el Egipto donde el poder se centraliza en la figura del Faraón, donde el Nilo se controla en conjunto para generar el mejor provecho del mismo y donde se logra el tan deseado exceso. Pero esta centralización no iba a durar mucho tiempo.
A partir de la V dinastía empiezan a aparecer síntomas de descentralización del poder. El clero, los funcionarios, y sobretodo los nobles de las provincias, empezaron a tener mayor poder político, mayor dependencia económica y cultos funerarios propios. Fue cuestión de tiempo para que se independizaran de la figura del Faraón, y Egipto entrara en su primer periodo intermedio.
La V dinastía se conoce por su gran aferro religioso y  sus templos solares, en honor a Rá. Pero este fervor religioso trajo como consecuencias malas decisiones en algunos de sus faraones.Userkaf, por ejemplo, concedió inmunidad a los templos para poder rendir más ofrendas a sus dioses y también brindó inmunidad política a los funcionarios para que pudieran organizar sus propios cultos religiosos.
Había una necesidad constante de conservar el culto religioso, y esta necesidad llevó a Egipto a la crisis.
Ya en la VI dinastía el primer faraón, Teti, también concedió inmunidad a las provincias (Abydos). Se enriquecieron los templos por esta necesidad de culto funerario constante que heredaron de la V dinastía. Esto significó que las provincias empezarían a tener mayor poder económico.
Algunos puestos de funcionarios se convirtieron en hereditarios, cuando antes eran nombrados por el faraón. Esto generó dinastías provinciales.
Nació una independencia de la burguesía ciudadana, donde los altos puestos se abrieron a gente plebeya, otro índice de la debilidad del poder real.
El poder de las provincias se empezó a igualar con el poder de la capital. Esta puja se estaba notando. Y es más, el significado del nombre del faraón Pepi I  (hijo de Teti) era “aquel que es amado por las Dos Tierras”. Esto nos demuestra una inestabilidad política que se trataba de apaciguar desde el poder central.
Pero Pepi I no hizo honor a su nombre, ya que se casó con 2 hermanas de la nobleza provinciana. Un factor más de poder para las mismas. Trayendo con si, graves consecuencias.
Pepi I muere y hereda su hijo Merence I, que también era hijo de una de esas hermanas provincianas. Por eso no fue casualidad cuando Merence I nombró a su tío materno, Ibi, como nomarca de la 12 provincia. De a poco los nobles provincianos entraron en la familia real y de allí, le otorgaron más poder a sus provincias.
Seguramente a Pepi I no le quedó otra que casarse con estas hermanas provincianas, la presión política que ejercían las provincias, ya debería haber sido importante.
Luego gobernó el faraón Pepi II (ejerció 94 años, el más longevo de la historia de Egipto) también hijo de Pepi I y de una de esas hermanas, que nuevamente presionaron  para que este nuevo faraón nombrara a otro tío materno, Djau, como nomarca de la provincia de Tinis.
A esta situación hay que sumarle el factor climático. En ese momento el Nilo sufrió una disminución de su caudal y la sequía aportó a la crisis. El excedente cayó rotundamente. El ejército se debilitó y entraron pueblos del sinaí. Estos factores aceleraron la entrada al primer periodo intermedio.
En estos ejemplos de malas decisiones de faraones de la VI dinastía, es donde podemos ver como se instala y crece esta crisis, donde las provincias se empiezan a llenar de poder político, religioso y económico. La distancia entre provincia y capital era cada vez menor.
Esto desencadeno en una crisis de estado, cae la figura del faraón y Egipto queda dividido en provincias con sus microeconomías. Los pueblos que entran del sinaí, se apoderan de la zona del delta. La situación de Menfis como capital es confusa y por eso se habla de la VII dinastía como “ficticia”.
El orden y el antiguo imperio se pierden, para entrar en un periodo de violencia, revoluciones y hambre llamado: Primer periodo intermedio.
Luego de la crisis, dos centros de poder, o ciudades egipcias importantes, quedaron en pie: Heracleopolis y Tebas.
Se llevaron grandes guerras entre hermanos egipcios para decidir la soberanía de una de las ciudades. Al final ganó Tebas con la XI dinastía, que engendró una reconquista desde el sur, mediante pactos con otras provincias egipcias y con los pueblos nómadas del delta. De esa manera se  consolidó como la dinastía que llevó a Tebas a ser la capital de la nueva era de centralización del estado egipcio, llamado Imperio Medio. Y de esa manera, Egipto volvió de nuevo a la organización, al estado, y al  poder centralizado con la figura del Faraón.
La descentralización del poder, o crisis del estado, se dio por varias causas, que van desde la generosa, pero incrédula, confianza faraónica, hasta por invasiones de pueblos extranjeros o sequías. Sea cual sea, Egipto entendió que para que haya una civilización egipcia, un manejo del Nilo, y como consecuencia, un gran imperio rico y poderoso, debía haber centralidad de poder. Por eso, a pesar de verse tentados en independizarse como provincias autónomas, siempre volvieron a unirse para el bien colectivo, para el bien de Egipto.
Se conoce como crisis, a los periodos de descentralización del poder en el antiguo Egipto. Estos periodos se identifican por la caída de la figura del faraón como poder central del estado.

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