De izquierda a derecha: Mercurio (Dios mensajero de los Dioses: la conexión entre el cielo y la tierra y el comercio); Las tres gracias o Cárites (Aglaya, Eufrósine y Talía) representan la belleza, el encanto, el intelecto, el júbilo y la creatividad femenina; Venus, en el centro, Diosa del amor; Cupido, por encima con los ojos cerrados; Flora, Diosa de la primavera o la vegetación; Cloris, ninfa de la Tierra que luego se transforma en Flora y Céfiro, Dios del viento del Este.
Para muchos es un cuadro que representa al amor platónico. Por un lado se ve a Céfiro enceguecido por el deseo sexual, tratando de poseer a Cloris. Esta escena representa un viejo y rechazado modo de amor: El amor pasional, carnal. Y por el otro lado, Mercurio, con las tres Gracias, en representación del amor platónico: El que nace de la contemplación espiritual.
El amor carnal surge de la tierra como pasión, pero desaparece, como Cloris al ser tocada por Céfiro, mientras el verdadero, el que nace de la contemplación espiritual, se eleva al cielo.
También se ha interpretado como una alegoría del amor entre Giuliano de Médicis (hermano de Lorenzo) y Simoneta Vespucci (de la cual Boticelli, también estaba enamorado).
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